El plan del presidente esconde impulsar la reorganización del Gabinete, que había anticipado TN. La inminente llegada formal de Sturzenegger.
Los miércoles, a las 11. Nicolás Posse llegaba a las reuniones de gabinete con los secretarios de la Jefatura sonriente y no tan silente. “Es como estar en una asamblea de accionistas: de política, cero”, confiaba a TN en estricto off un dirigente cercano. Milei sabía que el fuerte de su excompañero en Corporación América no era el habla, pero desconocía que tenía inclinación por la escucha. En las reuniones con su equipo, el sigiloso y salido jefe de Gabinete prestaba oídos a sus colaboradores cuando hablaba de asuntos de Estado sensibles sin saber muchas veces qué nervios tocaba.
No es casual. Guillermo Francos, su sucesor, lo dijo como un elogio a la “anticasta en sangre” de Milei: “El Presidente me eligió a mí porque con la política argentina se le hace complicado, no la entiende”. Milei, economicista: de la crisis con su ¿ex? amigo de hace 20 años, abrochó tres jugadas en una.
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Concentró en Francos la política -también como un ultimátum a la Ley Bases-, hizo desaparecer un ministerio (el del Interior, que absorbe la Jefatura de Gabinete) para crear el de Federico Sturzenegger sin fallarle a la motosierra y puso en revisión toda la estructura de la Jefatura de Gabinete.
La web muestra que el único confirmado es el “Dr. Guillermo Alberto Francos”; el resto, donde figuraban los nombres de los otros funcionarios, hay un blanco. De yapa: la AFI, cuestionada por poner los oídos donde no debía en la tríada del poder, quedará bajo el control de la Presidencia.
Todo un detalle: el decreto de nombramiento de Francos lleva las firmas del Presidente y de la canciller Diana Mondino. No, la de la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei.
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Desde que Francos supo que iba a suceder a Posse, se ocupó de una salida cuidada. El sábado, durante el acto del 25 de mayo en Córdoba, estuvo cerca del ahora exjefe de Gabinete. “Es lo que corresponde”, decía sobre la presencia de Posse en los actos oficiales cuando había quedado enterrada en la duda, con la frase de Milei: “Hay que ver si está dentro de la lógica del protocolo”. Después TN anticiparía que Posse sería parte de la comitiva oficial.
Milei le aplicó el escarmiento público: le negó dos veces el saludo, en el Tedeum y en el Cabildo cordobés.
“Si me hacés una, yo te bajo la persiana”. La frase de cabecera que adjudican a Karina Milei puede encajar como slogan presidencial. El primero en sufrirlo en estos seis meses fue el ex secretario de Trabajo Omar Yasín. Milei lo echó por televisión. “Me quedé helado”, confió entonces a TN un funcionario que no la vio venir.
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Hacia la interna, el superpoder de Francos también sienta bases. Un freno a las sillas que reclama sutilmente Mauricio Macri. Francos fue quien quiso llevar a Florencio Randazzo a la presidencia de la Cámara de Diputados. Tiene más sintonía con el peronismo que con el PRO. Daniel Scioli festeja el ascenso de su amigo, con quien a veces se junta a cenar. Hubo, en algún momento, una tensión disimulada con Patricia Bullrich cuando apuró una fusión de LLA con el PRO, en febrero.
Francos juntó al gabinete en una confitería para un café de bienvenida. Después llegó al Senado para una reunión con Victoria Villarruel para intentar sacar esta semana los dictámenes de la Ley Bases y la reforma fiscal. Hubo sandwiches de miga. Otra tarea para el octópodo Francos: sacar al “jamoncito del medio”.