Dicen que el Presidente llegó el lunes a la Casa de Gobierno cansado, como quien ha pasado una noche sin dormir, pero decidido a implementar cambios inmediatos en su equipo político. Antes, había hecho trascender que la derrota no se debía a su plan económico, sino a la política. ¿Equivocada? ¿Mal ejecutada? Nadie precisó por qué el daño de esa enorme magnitud fue de la política. Según tales fuentes seguras, Javier Milei estaba convencido de que el subsecretario Eduardo “Lule” Menem y el armador político de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires, Sebastián Pareja, debían abandonar el Gobierno cuanto antes. También había decidido que Martín Menem tenía que anunciar que su actual mandato como presidente de la Cámara de Diputados, que vence el 10 de diciembre próximo, sería el último, porque renunciaría a una eventual reelección al frente de una de las cámaras del Poder Legislativo. La Cámara de Diputados elige en el mes de diciembre a las autoridades que la conducirán durante el año siguiente.
Martín Menem ya había pasado un momento desagradable en público cuando el domingo Milei lo saludó solo con la mano y sin mirarlo, a pesar de que venía dándoles abrazos a todos los que lo rodeaban en el acto de La Plata, donde él reconoció la dura derrota frente al peronismo con un discurso llamativamente moderado y autocrítico. Milei no suele ser moderado ni autocrítico. En la mañana del lunes, poco después de que ingresara al despacho de los presidentes, el jefe del Estado se reunió a solas con su hermana Karina, la lideresa de ese equipo formado por los primos Menem y Pareja. Una hora más tarde, la secretaria general de la Presidencia abandonó la oficina de su hermano y este anunció que confirmaba a todos en sus cargos. Karina Milei había logrado convencerlo a su hermano de que la salida de su equipo más cercano de colaboradores significaría un gesto que la hundiría en la debilidad política.
“El Jefe”, como Milei llama a su hermana (algo o mucho de machismo le impide usar el femenino para referirse a una mujer, aunque sea su invalorable hermana), no es solo, por lo que parece, una metáfora; Karina Milei es realmente la jefa de la administración pública, salvo el manejo técnico de la economía que está en manos de Milei y del ministro Luis Caputo. Por eso, era imposible que el Presidente imaginara siquiera lo que muchos proponían: que Karina Milei abandonara su cargo actual, se convirtiera en jefa de los asesores del Presidente, y que tanto los Menem como Pareja se dedicaran a otra cosa. Que Carlos Menem haya tenido talento político, con sus luces y sus muchas sombras, no significa que sus genes han sido heredados por los sobrinos. Pero tales ideas ni le llegaron ni se le ocurrieron a Milei. Jamás habrá un Gobierno de Javier Milei sin la presencia eminente y decisoria de su hermana.
La única modificación que se les ocurrió a la diarquía que gobierna es la creación de una mesa política con los mismos protagonistas que ya estaban y que, al final del día, actuaban como asesores políticos de la perdidosa administración. Solo cambiaron el lugar de las sillas. Punto. Nada más para ofrecerles a los argentinos que esperaban ver cómo se salva o cómo derrapa un Gobierno de apenas 21 meses. Si bien se mira esa mesa, solo hay dos personas con experiencia política como para aportar algo nuevo ante la crisis que se abrió: el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Pero Francos necesita tener, por lo que se observa a la distancia, más poder en el valor de su palabra frente a los aliados y a los adversarios. Y dejar de conducir la ambulancia del SAME político para andar curando las heridas que provocan Milei y los mileístas.
Al Presidente se le ocurrió también convocar a los gobernadores a una reunión, pero Milei cree que la gente se olvida fácilmente de los agravios y de los ninguneos. Los gobernadores aseguran que el superávit de las cuentas nacionales se alcanzó gracias a que les deben a ellos los recursos que les corresponden. Muchos mandatarios provinciales debieron, al mismo tiempo, hacerse cargo de obras públicas, como la conservación de rutas nacionales, disponiendo de dineros provinciales y ante la fuerte protesta de una sociedad que no suele distinguir quién es el responsable de cuidar su calidad de vida.
Los gobernadores no están en condiciones de aceptar fácilmente una reunión con el Gobierno nacional después de que este cayó abatido electoralmente por el peronismo en un distrito clave. En rigor, el Gobierno federal maltrató a los gobernadores aliados y también a los adversarios, o los trató de igual manera a los dos. Fue la primera reacción de los mandatarios ante las consultas de funcionarios nacionales. Además, seis de ellos formaron un frente político distinto del mileísmo y del kirchnerismo.
Según versiones creíbles, Francos les propuso a los gobernadores reunirse con cada uno de ellos en reuniones separadas porque reconoce que los problemas no son los mismos. “Qué tiene que ver la situación de Tierra del Fuego con la de Córdoba”, explican cerca de los gobernadores. También es cierto que siempre resultará mejor el diálogo cara a cara con cada gobernador que hablar frente a una asamblea de 24 mandatarios juntos.
El caso de Bullrich es distinto. Hay algunos funcionarios de Milei que proponen conservar en su actual cargo a la ministra de Seguridad y sacarla de la boleta electoral de octubre como candidata a senadora nacional por la Capital. “Ella estará criticando al Gobierno desde el Senado no más allá de enero”, pronostican, porque saben que a Bullrich nunca le gustó la candidatura senatorial. Siempre se imaginó reemplazando a Francos en la jefatura de Gabinete, aunque esa vacante sea ahora más improbable que nunca, o compartiendo con Milei la fórmula presidencial en 2027 cuando la reelección del Presidente se parecía a un paseo. La política nunca es un paseo, mucho más cuando se están escalando esas cimas.
En verdad, fue Karina Milei la autora intelectual de la candidatura a senadora de Patricia Bullrich. “Se la quería sacar de encima y encontró una forma elegante de hacerlo. Patricia se irá del Gobierno en diciembre”, dicen los funcionarios que conocen las costuras de la política oficialista. Dan por descontado, con razón, que la ministra de Seguridad tendrá una banca de senadora, ya sea por la mayoría o por la minoría. Es mucho más probable que sea por la mayoría, según la conformación del electorado capitalino.
Existe también un problema de gestión, del que nadie se hace cargo. Guillermo Francos lo dijo con claridad cuando, al hacer una evaluación pública de la derrota, señaló que los logros de la macroeconomía no habían llegado a la microeconomía, que es la que ve y toca la gente común. La economía del día a día fue una razón esencial de la derrota. Nadie intentó en los meses pasados, que fueron los meses de la luna de miel, las imprescindibles reformas previsional, laboral e impositiva. Los esfuerzos de la sociedad podrían ser recompensados con una baja de impuestos y con una mejor gestión de los recursos públicos. Resulta que algunos políticos aliados llevaron esos problemas a la Casa de Gobierno y la respuesta de los funcionarios (sobre todo de Santiago Caputo) fue que esos consejeros querían llevarse “las cajas” del Estado. Se trata de organismos y empresas públicas que administran los principales recursos públicos. “Santiago, se trata de administrar bien, no de llevarse nada”, le respondió uno de esos interlocutores. Varios aliados quedaron con la fatal percepción de que prominentes funcionarios mileístas estaban más preocupados por “las cajas” que por la buena gestión de ellas. Todo eso sucedió antes de que estallaran los escándalos de la criptomoneda $LIBRA y de los audios del exdirector de la Agencia Nacional de Discapacidad Diego Spagnuolo, que exhibieron una presunta trama de corrupción en la compra de medicamentos por parte del Estado.
Ahora puede ser tarde. Tal vez un buen termómetro del malestar político deba buscarse entre los dirigentes de Pro, donde les empiezan a pasar duras facturas políticas a los que llaman “los apresurados” (en aliarse con Milei) y a reivindicar a dirigentes que tomaron distancia a tiempo del mileísmo, como María Eugenia Vidal o Silvia Lospennato. Otros dirigentes de ese partido contraargumentan que la soledad de Pro en las elecciones pasadas lo hubiera dejado en un lugar muy pobre en los resultados del domingo, y que, encima, el Gobierno habría tenido el pretexto de culparlo de la derrota. “Pagamos el precio de acercarnos, es cierto, pero ahora el Gobierno está obligado a mirarse en el espejo si quiere encontrar el culpable”, señala, socarrón, un alto dirigente de Pro. El silencio de Mauricio Macri es también un síntoma de su incomodidad. “Le dio todo su apoyo al Presidente cuando el país vacilaba entre caer en manos de Sergio Massa o de Javier Milei, y el Gobierno le contestó con el destrato, la indiferencia o el agravio”, cuentan los que frecuentan al expresidente. Ni siquiera, aseguran, aceptaron un solo consejo de los muchos que les dio el macrismo. La soledad es también una construcción propia.
Milei corre el riesgo de perder en octubre todos los votos que Pro le dio en la segunda vuelta de las presidenciales de 2023. Hasta el sábado, la política y los encuestadores aseguraban que el Gobierno perdería las elecciones bonaerenses del domingo (nunca imaginaron que sería por semejante diferencia) y que ganaría las elecciones nacionales de octubre. Después del descalabro de Buenos Aires, ninguna certeza está vigente. Para peor, al frente lo tiene al peronismo. Un dirigente que viene del peronismo, aunque ya no milita en esa corriente, describe así el momento actual: “Cuando el peronismo huele la derrota se vuelve trotskista y practica el cuanto peor, mejor”. Se escucha a algunos dirigentes peronistas, y no a los más radicalizados, decir que “es necesario que Juan Schiaretti esté en la Cámara de Diputados”. ¿Por qué? Porque la le ley de acefalía señala que, ante el alejamiento definitivo del presidente y vicepresidente de la Nación, la Asamblea Legislativa elegirá un presidente provisional para cumplir el mandato en curso entre funcionarios elegidos: gobernadores, senadores o diputados nacionales. Schiaretti es candidato a diputado nacional por Córdoba para los comicios de octubre. Lo primero que debe señalarse es que Milei debe llegar a las elecciones de octubre (también eso se pone en duda) y que debe cumplir con su actual mandato, que concluirá el 10 de diciembre de 2027. La caída apresurada de un presidente conlleva demasiado sufrimiento social, como se vio cuando cayó Fernando de la Rúa. Lo segundo que debe advertirse es que existe una vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel, que Milei se encargó de alejar de sus logros y, felizmente para ella, de sus fracasos. Y que la Constitución señala que es el vicepresidente quien debe concluir el mandato en caso de acefalía en la Presidencia. El Gobierno le debe a la sociedad decisiones más amplias y generosas después de todo lo que pasó y cuando, además, tiene enfrente a semejantes adversarios urdiendo una emboscada.