La literatura y el cine ligados al folk horror lo saben bien: la luz existe porque presupone la sombra, y nada como los paisajes bucólicos para bucear en su contraparte: el lado brutal de la naturaleza y la presencia, nunca conjurada, de los miedos más primitivos. La máscara que vemos en esta foto, que no desentonaría en películas como El hombre de mimbre o Midsommar, forma parte de la reciente celebración del Carnaval de Vevcani. Nacida en Macedonia e imbuida –como la mayor parte de los carnavales del mundo– de elementos paganos, esta festividad es además el preludio del Año Nuevo según el calendario juliano. Lejos de las lentejuelas que por aquí veremos asomar en febrero, las calles de Valcavni se pueblan de disfraces siniestros. Se trata de ahuyentar a los malos espíritus, dice la tradición; se disfruta como un buen relato de miedo contado cuando asoma la noche, podríamos sospechar.
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