domingo, 22 diciembre, 2024
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Salió campeón en el fútbol argentino, jugó en Europa y hoy se dedica al campo: la nueva vida de Enrique «Quique» Ortiz

Muchos exfutbolistas encuentran nuevas pasiones fuera de las canchas. Este es el caso de Enrique «Quique» Ortiz.Supo brillar en el fútbol argentino y en Europa, y cuando dejó los botines se dedicó a la agroindustria, un sector en el que hoy trabaja con tanta dedicación como en los estadios.

Ortiz, que jugó en equipos como Instituto y el FC Lyn Oslo de Noruega, decidió retirarse tempranamente para completar sus estudios de agronomía y adentrarse en el mundo rural. Actualmente, se dedica a la comercialización de insumos agrícolas, encontrando en el campo un “cable a tierra” que hoy lo motiva tanto como lo hacía el fútbol en sus años dorados.

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«Desde chico jugaba al fútbol y estudiaba. En mi casa siempre me inculcaron que si no estudiaba no iba a jugar», dice el protagonista

La carrera de Enrique «Quique» Ortiz

Enrique nació en Córdoba, y desde niño fue alentado por su familia a seguir una vida equilibrada entre los estudios y el fútbol. “En casa siempre me inculcaron que, si no estudiaba, no jugaba”, comentó. Su disciplina lo llevó a destacarse en ambas áreas, debutando en el primer equipo de Instituto de Córdoba en 2001.En “La Gloria” se formó y alcanzó su primer gran logro: el campeonato de 2004 que le dio a Instituto el ansiado ascenso a la Primera División.

La carrera de Ortiz dio un salto inesperado cuando fue transferido al FC Lyn Oslo de Noruega, un destino que le permitió enfrentarse a nuevos desafíos. Durante su paso por el fútbol europeo, compitió en la Europa League, consolidándose como un referente en el equipo. En una oportunidad, comentó: “Fui el primer argentino en jugar profesionalmente en Noruega”, lo que subraya su espíritu pionero y su disposición para asumir retos.

En su paso por el viejo continente, el jugador no solo destacaba en la cancha; también aprovechaba el tiempo libre para continuar con sus estudios de agronomía, una carrera que había iniciado mientras jugaba en Instituto. Sin embargo, tras dos años y medio en Noruega, las oportunidades en el fútbol empezaron a escasear. Con un perfil bajo y sin caer en la desesperación, decidió regresar a Córdoba para replantear su vida profesional y enfocarse en su carrera académica.

Finalmente, en 2011, con el título de ingeniero agrónomo en mano, Enrique dejó atrás el fútbol profesional. Su decisión de no continuar jugando lo sorprendió a él mismo, pero la dedicación con la que siempre había encarado sus metas le facilitó el cambio. “Había cerrado un ciclo y decidí priorizar mi otra pasión: la agronomía”, explicó Ortiz, quien desde entonces ha trabajado en el sector agropecuario y en bienes raíces rurales.

La nueva vida de Enrique «Quique» Ortiz

Alejado del deporte profesional, Ortiz encontró en el campo una nueva pasión y forma de vida. Como ingeniero agrónomo, se unió a la empresa Gallará, donde trabaja en la comercialización de insumos agrícolas, un sector que le permite expandir su carrera y fortalecer su conexión con la tierra. “Siempre quise estar vinculado al campo. Es mi cable a tierra”, confesó el exjugador, quien describe esta etapa como gratificante y llena de nuevos aprendizajes.

Más allá de la venta de insumos, también incursiona en proyectos propios, como una empresa de mantenimiento de parques y jardines que dirige junto a amigos. Además, ha liderado reforestaciones y trabajado en la producción de pimientos, sumergiéndose completamente en el ámbito rural. Estas actividades, asegura, le brindan una satisfacción similar a la de los logros deportivos. “Cuando rendí mi última materia, lo celebré como si fuera un campeonato”, recordó.

Actualmente, Ortiz viaja frecuentemente a exposiciones rurales, donde representa a su empresa y comparte con otros productores. En estos eventos, destaca las similitudes entre el fútbol y la agroindustria: “Los productores, al igual que los futbolistas, no bajan los brazos. Siempre están trabajando para mejorar”. Hoy, su dedicación y entrega en el campo muestran que su espíritu competitivo no quedó en el pasado, sino que se transformó en una pasión que sigue alimentando, lejos de las canchas, pero cerca de la naturaleza.

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