lunes, 29 diciembre, 2025
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Navidad con menos regalos: el ajuste de Milei hizo caer la compra de juguetes un 7%

Cerraron las fiestas y el balance deja un sabor amargo para miles de familias trabajadoras: la compra de juguetes para Navidad cayó un 7% en relación al año pasado, según informó la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ). La alegría de las fiestas se vió cruzada por el ajuste y la bronca de quienes no llegan a fin de mes.

La explicación, en boca de los propios empresarios del sector, no deja lugar a dobles lecturas: «el derrumbe se debe a un consumo más cauteloso, restricciones presupuestarias en los hogares y decisiones de compra más racionales por parte de las familias». En lenguaje llano quiere decir que la plata no alcanza, que cada peso se estira hasta el límite y que, una vez más, las infancias son las que pagan el ajuste.

El número es categórico: 6,9% menos ventas en unidades en comparación con las Fiestas de 2024. La caída no es casual ni un fenómeno aislado. Es la consecuencia directa de las políticas de ajuste implementadas por el gobierno de Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo. Congelamiento de salarios y jubilaciones, recorte del gasto social, paritarias por debajo de la inflación y una transferencia de recursos sin freno desde los trabajadores y jubilados hacia los grandes empresarios y el capital financiero.

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El ticket promedio deja en evidencia la profundidad del ajuste: en las jugueterías de barrio, cada juguete se pagó alrededor de $19.000; en los supermercados, $10.000; y en cadenas especializadas, el promedio subió a $45.000. Pero detrás de estos números fríos, lo que se esconde es una realidad mucho más dura: el consumo se volcó, abrumadoramente, hacia los productos más económicos y de menor calidad. Las familias, arrinconadas por ingresos que no se actualizan y precios disparados, priorizaron lo indispensable y resignaron la posibilidad de elegir algo mejor para sus hijos e hijas.

La política económica no sólo repercute de forma directa en los hogares, también golpea de forma indirecta debido a que la industria nacional del juguete se ve castigada por la apertura comercial. Matías Furió, titular de la CAIJ, lo dijo sin vueltas: un 70% de los juguetes vendidos en Navidad fue de origen importado. ¿La explicación? La política de dólar barato impulsada por Milei y Caputo, que favorece a los importadores y deja a los fabricantes locales al borde del abismo.

Así, mientras la política económica del Gobierno beneficia a los grandes importadores y castiga a los que producen trabajo nacional, el resultado es cada vez más fábricas cerradas y despidos.

El ajuste y la desigualdad

La postal que deja este diciembre es tan clara como dolorosa. Los juguetes más vendidos fueron los de bajo precio: didácticos, apilables, autitos y juguetes sensoriales para la primera infancia (de producción nacional), juegos de aire libre, playa y pileta (como lanzaaguas, flota flotas, baldecitos y pelotas, en su mayoría nacionales, salvo los inflables importados que también tuvieron demanda) y juegos de mesa familiares, también con fuerte presencia local.

Pero, ¿qué pasó con los juguetes de mayor valor, las licencias, las marcas reconocidas? Baja rotación, ventas insignificantes. La posibilidad de elegir un juguete de calidad pasó a ser un lujo que muy pocos se pueden permitir.

No es casualidad, las infancias son, de nuevo, las más perjudicadas por el ajuste. El recorte del gasto público y los bajos salarios dejan a millones de niños y niñas sin protección frente a la inflación y el deterioro social. En caso de aprobarse el presupuesto 2026 las asignaciones como la AUH dejarían de estar indexadas a la inflación y quedarían libradas a la decisión política del Ministerio de Capital Humano, lo que puede significar meses enteros de congelamiento en un país con precios que suben día tras día.

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No hace falta ser economista para verlo: en los barrios, en los supermercados, en las jugueterías, la gente comenta lo mismo. Paritarias muy por debajo de la inflación, compañeros y compañeras que se ven obligados a vender cosas por redes, rifar lo poco que tienen o sumarse a aplicaciones de reparto para poder juntar algo más. La crisis, lejos de ser una estadística, se siente todos los días y, en fechas como Navidad, duele el doble.

Porque la infancia no es un gasto, ni la alegría un lujo, la pelea sigue: por salario, por trabajo, por una Navidad con juguetes para todos y todas. Por un país donde la alegría de los chicos no dependa del ajuste ni de la especulación de unos pocos.

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