El presidente Javier Milei cerró la cena anual de la Fundación Faro en el exclusivo Yacht Club de Puerto Madero, donde ofreció un discurso de alto voltaje ideológico ante empresarios y figuras de su gobierno. En el encuentro del think tank que encabeza el derechista Agustín Laje, el mandatario, acompañado por su hermana y secretaria General de la Presidencia, Karina Milei, hizo un llamado a continuar la «batalla cultural» contra el «oscurantismo izquierdista» y defendió la «honestidad» de su gestión al cargar contra quienes —según su visión— promueven la intervención en sectores específicos de la economía.
En uno los pasajes, Milei trazó una línea divisoria entre su enfoque liberal y las políticas de intervención sectorial, aludiendo a supuestos intereses que buscan beneficios particulares: «Si hay algo que se ha aprendido en el mundo es algo que se llama don’t pick the winners, o sea, no elegir los ganadores. Entonces, si ustedes están hablando de salvar un sector, le tienen que poner plata a ese sector. Y la pregunta es, si ustedes están eligiendo que un sector gana porque le están poniendo plata. La pregunta es, ¿de dónde sale la plata? […] La realidad es que eso en el fondo lo que están haciendo es lobby. Es corrupción pura«.
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La cita funcionó como marco para uno de los mensajes centrales de la noche, donde el Presidente utilizó la idea de desinterés por la «microeconomía» como un halago, redefiniendo la intervención estatal en ese ámbito como un acto de corrupción: «Entonces, cuando dicen que no me ocupo de la micro, gracias, porque muestra que este es un Gobierno honesto«.
En esa línea de defensa de su gestión económica, el Presidente destacó los resultados del «proceso de estabilización más exitoso de la historia», asegurando que su administración bajó el déficit consolidado de 15 puntos del PBI a cero, además de reducir la presión impositiva en dos puntos y medio. No escatimó elogios para su equipo, calificando a Luis «Toto» Caputo como «el mejor ministro de Economía de la historia» y asegurando que, pese a haber soportado una corrida cambiaria y ataques especulativos, el programa se mantuvo sólido y la economía argentina «vuelve a crecer nuevamente».
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Asimismo, Milei adelantó una medida de fuerte impacto institucional: el envío al Congreso de una ley que prevé penas de prisión efectiva para los legisladores que aprueben gastos sin financiamiento. Según detalló, aquellos políticos que impulsen leyes que «violenten el equilibrio fiscal o el equilibrio monetario» enfrentarán condenas de 1 a 6 años. «Se terminó la masacre populista», sentenció el mandatario, reafirmando que el Estado debe limitarse a proteger las fronteras, a los ciudadanos y la estabilidad macroeconómica.
El discurso, musicalizado al inicio con el polémico «Panic Show» de La Renga, abordó desde el reciente atentado en Australia hasta la reciente victoria presidencial de José Antonio Kast en Chile. Este último punto fue utilizado para celebrar que «Sudamérica ha despertado» y «comenzó a girar indefectiblemente hacia la acidez de la libertad, lejos de la calamidad del socialismo del siglo XXI».
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La «guerra espiritual»
Milei definió el encuentro como parte de una «guerra espiritual» que se libra por el futuro de la región. El presidente criticó duramente las ideas del socialismo y del keynesianismo, al que calificó como la «piedra filosófica de la economía» que prometía una «maquinaria de riqueza infinita».
«Lamentablemente, partimos en desventaja y lo tenemos bien claro. Durante años hemos descuidado la batalla cultural,» aseveró el mandatario, quien citó al economista Thomas Sowell para describir al socialismo: «Lo mejor del socialismo es que suena lindo. Lo peor es que nunca funciona».
Para Milei, la discusión es moral. Citando a Israel Kirzner, argumentó que el capitalismo de libre empresa es el único sistema justo, mientras que calificó a la justicia social como «una cosa de ladrones» y, retomando a Sowell, la definió como «envidia más retórica». Bajo esta óptica, defendió que los derechos de propiedad son naturales y anteriores al Estado, criticando a los «sacerdotes estatistas» que ven a los ciudadanos como «inquilinos de sus bienes» y esclavos al servicio del poder.
En este marco, el jefe de Estado delineó los tres motores que, según su visión, impulsarán la etapa de crecimiento económico tras haber ordenado la seguridad y la inflación: la desregulación para liberar rendimientos crecientes, el capital humano y la apertura comercial. Agradeció explícitamente a los ministros Federico Sturzenegger, Sandra Pettovello y al equipo de Cancillería y el Banco Central, asegurando que el objetivo final no es otro que convertir a la Argentina en «el país más libre del mundo».
Finalmente, el mandatario advirtió sobre el peligro de las políticas estatistas que condenan a Occidente al «suicidio colectivo», parafraseando a Milton Friedman al sostener que las sociedades que ponen «la igualdad por encima de la libertad, no consiguen ninguna de las dos».
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