sábado, 12 julio, 2025
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Son los dólares, Milei

Enceguecido con la motosierra, el Gobierno sigue amputando gastos en prestaciones elementales para el Estado, como el mantenimiento de rutas o el hospital de niños, sin advertir que semejantes sacrificios no alcanzan para torcer el rumbo del riesgo país, que se consolida en un nuevo piso de 700 puntos, en un escenario de tensiones en aumento.

Argentina sobrecumplió la meta fiscal con el FMI y supera a otros países de la región en este aspecto por amplio margen. El superávit primario acumulado en la primera mitad del año fue equivalente a 0,8 puntos del PIB, cuando Chile, por ejemplo, arrastra un déficit de -2,9 puntos desde 2024 que no consigue reducir. Sin embargo, el riesgo soberano allí es de 118 puntos.

El intríngulis se repite con Perú. El Gobierno se esfuerza por comprimir el déficit fiscal de este año a una meta de -2 puntos del PIB, aunque las estimaciones de mercado lo ubican más cerca del -3. El riesgo país, aun así, es de 154 puntos, todavía menos que los 157 de principios de año.

En Uruguay es peor. El déficit fiscal es de -3,7 puntos del PIB hasta mayo, pero el riesgo país alcanza apenas a 86 puntos y es el menor de América latina.

En Brasil, en mayo hubo un rojo fiscal primario furioso, de -7.5 puntos del PIB acumulado en los últimos doce meses, contra un riesgo país de 214 puntos, cuando el año empezó con 246.

Finalmente, Colombia tiene un déficit fiscal de -2,8 por ciento del PIB, aunque las estimaciones del mercado aseguran que el año terminará muchísimo peor, con un desequilibrio de entre -6 y -7 puntos en materia fiscal. Pero el riesgo país se movió solo de 330 a 350 puntos en lo que va de 2025. 

Reservas

La otra gran diferencia entre Argentina y esos países es el nivel de reservas en el Banco Central. Perú dispone de dólares por el equivalente al 26 por ciento de su PIB, seguido por Uruguay, con 22,5;  Brasil, con 18; Colombia, con 14, y Chile, con 12. En Argentina las reservas en manos de la autoridad monetaria representan apenas el 4 por ciento del PIB. 

Es un poder de fuego mucho más acotado para defender la paridad cambiaria, entre otras cuestiones a considerar. Para colmo, la economía nacional es bimonetaria, con lo cual aumenta la demanda de divisas de manera considerable para compras, consumos y atesoramiento en comparación con aquellos países, que resuelven esas operaciones o ahorran en moneda nacional.

Para los financistas, el nivel de reservas es fundamental para determinar la prima de riesgo, porque es lo que garantiza la capacidad de repago de la deuda que asuma el país en moneda dura. A más riesgo de default, más riesgo país, lo que implica que hay que asumir tasas de interés más altas para obtener financiamiento. 

Argentina, después de que Luis Caputo y Federico Sturzenegger la endeudaron en 45 mil millones de dólares con el FMI y en más de 100 mil millones con inversores privados durante el gobierno de Mauricio Macri, y ahora estiraron esos compromisos en 20 mil millones con el Fondo Monetario y otro tanto con otros organismos internacionales e inversores privados, es visualizada como una plaza de riesgo alto.

Historia repetida

«La experiencia internacional y la experiencia histórica de la propia Argentina reflejan que la baja del riesgo país está mucho más relacionada con la robustez de las reservas internacionales, y la sostenibilidad de la dinámica de las cuentas externas, que con el equilibrio del frente fiscal«, resume la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) lo que Milei y Caputo no quieren o no pueden ver.

«Sin ir más lejos -refuerza FIDE-, el momento en que más cayó el riesgo país durante el mandato de la actual gestión fue cuando existía superávit de cuenta corriente, un tipo de cambio competitivo y el Banco Central compraba divisas. Cuando estas variables se revirtieron, el riesgo país se estancó o incluso subió, pese al inamovible compromiso con el superávit fiscal».

La cuenta corriente ya no es superavitaria sino que acumula doce meses consecutivos con desequilibrios, que para colmo son cada vez más grandes, y eso se traslada al riesgo país. El atraso del tipo de cambio se evidencia en el boom de turistas argentinos por el exterior y en la explosión de importaciones de bienes de consumo, y el Banco Central en lugar de alcanzar los 50.000 millones de dólares de reservas brutas que Milei había proyectado para fines de mayo cuando se anunció el acuerdo con el FMI, ahora están 39.052 millones.

¿Otra devaluación?

«La opción del Gobierno por sacrificar la acumulación de reservas en aras de mantener lo más bajo posible el tipo de cambio se evidencia crecientemente inconsistente con la posibilidad de acceder a los mercados internacionales de crédito», apunta FIDE. 

El grave problema con esa situación es que el Gobierno será incapaz de evitar una reestructuración de la deuda en 2026 si no accede al financiamiento externo. El año que viene debe cumplir con compromisos de capital e intereses por 19.000 millones de dólares, y en 2027 la cifra se estira a 20.000 millones, con un cronograma incluso más pesado para los años siguientes.

«La resistencia a la baja que exhibe nuestra prima de riesgo país no es ajena a las luces de alerta cada vez más nítidas que se prenden en torno a la dinámica poco sostenible del sector externo», insiste el documento. «Esta fragilidad -completa- está en el centro de la incertidumbre que reina en el mercado acerca del futuro de la estrategia oficial».

Por último, el documento señala que la apuesta del Gobierno es mantener el actual esquema cambiario hasta las elecciones de octubre, aun a costa de ampliar los desequilibrios. Pero «las presiones cambiarias se acrecentarán de la mano del déficit que se proyecta en la cuenta corriente del sector privado y de las demandas por dolarización de carteras. Cómo lidiará la conducción económica con esas tensiones no está claro aún: ¿habilitará el deslizamiento del tipo de cambio? ¿intervendrá directamente en el mercado de cambios? ¿ambas?», indica FIDE.

Son interrogantes que Milei y Caputo no responden, mientras se aferran al libreto gastado del superávit fiscal en pesos, cuando el inconveniente principal es el de los dólares que se van y el Banco Central no puede acumular.

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