Si bien las divisas alcanzan para cubrir las necesidades de este año, los US$ 16 mil millones promedio anuales de 2026 y 2027 complejizan el escenario, de acuerdo a Matías Rajnerman, jefe del Departamento de Macroeconomía del Banco Provincia. Dada la situación actual de las reservas y que el desequilibrio entre exportaciones e importaciones se podrían profundizar, “los dólares no alcanzan para enfrentar los vencimientos”, explicó en diálogo con PERFIL.
—¿Qué esperan para la actividad y la inflación este año?
—La dinámica de la economía real y de las variables nominales se disoció en los últimos meses: en tanto que la inflación se desaceleró de manera considerable entre abril y mayo, y posiblemente también siga así en junio –e incluso julio, si no hay movimientos cambiarios o tarifarios hasta ahora no anunciados–, la producción cayó casi 2% en marzo y no habría mejorado en abril, mayo y junio.
Entre otras cosas, los menores movimientos de precios se explicaron por el bajo crecimiento salarial. Así, si el poder de compra no se recupera, el consumo seguirá estancado y el nivel de actividad no despegará. El efecto positivo sobre la demanda de la estabilización nominal se moderó en los últimos meses y hará falta otro empuje –recuperación del poder adquisitivo, aceleración de la inversión– para que la economía vuelva a crecer.
—¿Ven un riesgo en la caída del poder adquisitivo sumado al incremento del desempleo?
—Los salarios reales se estancaron en el primer trimestre, según los datos oficiales, interrumpiendo el buen cierre que habían tenido en 2024. En el segundo trimestre, las principales paritarias habrían quedado por debajo de la inflación, por lo que el poder adquisitivo no habría mejorado.
Ahora bien, dado que el tipo de cambio se movió todavía por debajo de los precios, la paradoja de salarios reales estancados o en retroceso y salarios en dólares que crecen se profundizó: mientras que el poder de compra está más de 10% por debajo del pico de 2023, el salario en dólares, medido al tipo de cambio paralelo, se ubica un 60% por encima. Esto explica la paradoja de un consumo durable que crece –autos, motos, televisores– y un consumo masivo que permanece en rojo.
—¿Proyectan una devaluación después de los comicios?, ¿podrían cubrirse con nuevas inversiones las necesidades de divisas del Gobierno?
—En lo que resta de 2025, vencen US$ 7.200 millones de deuda en moneda extranjera entre títulos públicos, intereses del FMI y Bopreal del Banco Central. Con una cuenta corriente levemente deficitaria y los US$ 12 mil millones que ya giró el FMI, más US$ 3 mil millones programados, no hay inconvenientes estructurales en el frente cambiario.
Ahora bien, en 2026 y 2027 hay que pagar US$ 16 mil millones promedio por año, y dado que las reservas suman US$ 40 mil millones y que el desequilibrio entre exportaciones e importaciones de bienes y servicios se profundizaría si el poder adquisitivo en moneda extranjera sigue creciendo, los dólares no alcanzan para enfrentar los vencimientos.
En este marco, hay tres fuentes para cubrir la diferencia: exportaciones energéticas, asumiendo que las industriales y agropecuarias no despegarían en este mundo convulsionado; llegada de inversiones productivas; y llegada de inversiones financieras.
En relación con la primera, se observa una caída de 5% interanual entre enero y mayo –explicada por precios que se contrajeron 10%, ya que las cantidades crecieron y atenuaron el retroceso–, por lo que no sería una vía inmediata para ampliar la oferta de dólares, máxime considerando que se moderó la suba del precio del petróleo que las tensiones en Medio Oriente habían provocado en las últimas semanas.
La inversión extranjera directa promedió US$ 2.500 millones entre 2016 y 2019, últimos años sin cepo, pero entre enero y mayo de 2025 arroja un saldo negativo de US$ 1.800 millones, mostrando los peores números de la serie. Por este motivo, no somos particularmente optimistas en este frente. Si bien podría aportar algunas divisas a la economía argentina, especialmente en petróleo y minería, no alcanzaría para solucionar los desequilibrios de nuestra economía, ni tampoco para atenuarlos sensiblemente.
Así, las inversiones financieras aparecen como la última y única opción: crédito externo al sector público. El problema es que el riesgo país permanece en torno de los 700 puntos básicos, lo que implica una tasa en dólares de 11,5% anual, y al momento no parece bajar.
Si este indicador comprimiera a la zona de 400 p.b., casualmente, valor en donde se ubicaba en enero de 2018, cuando tuvo lugar la última colocación de deuda externa argentina, las divisas financieras podrían moderar las necesidades de correcciones cambiarias. Caso contrario, será difícil sostener este dólar más allá de 2025.