Ya no sólo son la torre Demetrio Elíades o el Palacio Cosmos—más conocidos como el edificio Havanna o «el de Pepsi»— los que recortan el horizonte frente a Playa Las Toscas con sus 125 y 119 metros de altura, respectivamente: la configuración del skyline de Mar del Plata está mutando, y todo indica que poco a poco, piso a piso, volverá a transformarse de manera radical.
Entre viejas casonas y construcciones emblema de los años 60′, y anteriores, se alzan ahora nuevos desarrollos y todos con una característica en común: tanto el diseño como sus valores son de alta gama.
Las amenities, piscinas, SUM, gimnasio, salas de juego y laundry, sumergidos en diseños ultramodernos, se han convertido en el estándar. Así, el metro cuadrado alcanza valores récord para la ciudad, con un promedio de US$ 5.000 cuando son en la línea del mar. Pero el promedio del precio de venta, contemplando otras áreas, se ubica en los US$ 3.000.
Pero el cambio no está exento de polémica. Por un lado, están quienes apuestan a renovar la arquitectura urbana, con las nuevas edificaciones y la restauración de chalés de otras épocas, incluso permitiendo su uso comercial, y por otro, quienes defienden el patrimonio histórico a rajatabla, no se resignan a que en medio de barrios residenciales se eleven ahora edificios y se aferran a una legislación que, en la práctica, queda relegada por las excepciones que el gobierno local avala, impulsa y que por mayoría automática en el Concejo Deliberante consigue aprobar.
Como fuera, aun con la discusión latente, los obradores se multiplican y no sólo avanzan en la sinuosa costa marplatense, principalmente en la zona de Varese y el Torreón del Monje: lo hacen también hacia zonas residenciales alejadas, como Chapadmalal, Acantilados (donde hay 17 barrios en ejecución) o camino a Santa Clara del Mar.
También en el puerto, donde se erigirá el mayor de los proyectos, el Distrito de Arte y Diseño (DAD), un «nuevo Puerto Madero» de 145.000 metros cuadrados que se llevará adelante en etapas y requerirá una inversión de 100 millones de dólares.
Lo presentan así: «Incluye usos mixtos, con locales comerciales que reflejarán el boom gastronómico de Mar del Plata, rooftops de vistas 360 y diversión asegurada, viviendas, hoteles, oficinas, galerías de arte, espacios mindfulness, un parque común en altura de 7.000 metros con pileta borde infinito al golf, los veleros y el mar. Un entorno natural único conjugado con presencia de arte y diseño en cada paso«.
Será por Juan B. Justo, frente al campo de Golf de Playa Grande. Los renders impactan; ya comenzaron con las tareas de movimiento de suelo. Dos calles abajo, en la Manzana de los Circos, la próxima temporada abrirá Bendú, un multiespacio de 35.000 metros cuadrados con auditorio para ferias y conciertos, mercado gastronómico y área comercial.
Hacia el norte, pasando el Maral Explanada, las tres torres en Playa Chica que diseñó el consagrado arquitecto tucumano César Pelli y que fueron la puerta de entrada a los desarrollos premium, y luego del Edificio Mirador Cabo Corrientes, está cerca de terminarse la Unkanny Tower. Se erige sobre el terreno que alguna vez fue el parque de la casa del compositor Mariano Mores, ahora museo tanguero.
A una cuadra comenzará a construirse la última que fue aprobada, que tendrá la misma altura que el Havanna y todos los chiches de la alta gama. A un lado, empequeñecida, quedará Villa La Robla, una casona abandonada que al ser patrimonial, será preservada; el destino de otra vieja casa de la misma manzana será la picota. Las críticas de los proteccionistas no hicieron mella en el fuerte impulso de las constructoras ni sobre el posicionamiento político oficial.
Cerca, donde alguna vez funcionó el Hotel Hurlingham, en Pellegrini y la costa, en Varese, se construirán las torres de Unkanny Residences, y frente al Torreón del Monje, el condominio Dimora Torreón. Sus departamentos, todos «alta gama», cuestan US$ 245.000 el más chico, de 73 metros cuadrados, y el más amplio, de 121 metros cuadrados, US$ 508.000. Estará listo en enero 2027.
A dos calles, detrás del que la que fue Villa Kelmis y donde más tarde funcionó el lujoso hotel Chateau Frontenac, en Bolívar y Alvear, hoy con más de tres décadas de abandono y peligrosamente deteriorado, se levantarán dos torres de 30 pisos. El viejo edificio será puesto en valor.
«No es una burbuja, es algo que está asentado, y no se trata de inversiones golondrina. Tiene que ver con el desarrollo que tiene la ciudad otra vez en auge, con actividades para un público de alto poder adquisitivo, gastronomía de mucha calidad, que no tiene que ver solo con lo turístico, algo de enero y febrero», explica Juan Pablo Savater, presidente de H.Ledesma Desarrollos Inmobiliarios, que tiene hoy una docena de emprendimientos en marcha.
El desarrollador entiende que el boom inmobiliario «no tiene que ver solo con lo turístico, algo de enero y febrero, porque hoy tenemos un parque logístico, un polo tecnológico y un parque industrial lleno, que está ampliándose, y marcas nacionales e internacionales que vienen a radicarse. Esto forjó una demanda de un desarrollo inmobiliario de calidad«, apuntala.
Para Florencia Miconi, presidenta del Centro de Constructores y Anexos, la pandemia fue un punto de inflexión, «porque se trabajó entre lo público y lo privado, se unieron todos los sectores mostrando una Mar del Plata fuerte», pero entiende que lo que ocurre hoy tiene que ver con lo que viene haciéndose desde comienzos de siglo, «cuando se activaron pasivos que estaban abandonados».
Menciona las reaperturas de los hoteles Sasso y Provincial, los balnearios de Playa Grande y lo que los marplatenses conocen como «Biología» -hoy La Normandina-, la puesta en valor de Varese y La Perla, y sucesos como la Cumbre de las Américas. «Luego fueron surgiendo nuevos activos», indicó.
«Hoy Mar del Plata es una ciudad productiva -amplió Miconi-. No es solo un sector el que hace al boom de la ciudad, yo enumero tres estrellas: la gastronomía, el entretenimiento y la construcción. Es una ciudad productiva en sí misma, una ciudad con turismo, ya no una ciudad turística. El eje pasa por ahí».
De acuerdo a datos que divulgó el municipio, el área de Obras Privadas aprobó en los últimos dos años «la construcción de casi un millón de metros cuadrados en la ciudad destinados a nuevas viviendas y desarrollos de usos mixtos».
En 2024 se aprobaron 400.052 metros cuadrados de obra nueva, un 15% más que en 2023 (347.824). A estas cifras hay que sumarle unos 230.000 metros de obra regularizada en ambos períodos. Aseguran del área que sumados darán lugar a alrededor de 1.500 nuevas viviendas.
Semejantes cifras recuerdan a lo que ocurrió en la ciudad en la década del 60, cuando se produce una transformación de la ciudad y se convierte en un balneario popular, hecho que implicó un proceso de verticalización.
Salvando distancias: entonces el privado financiaba por años en cuotas fijas, los edificios se levantaban entre medianeras, las unidades eran «para un público no marplatense, departamentos que eran más para dormir, ir a la playa y volver a la noche», describe el historiador Víctor Pegoraro, doctor en Historia por la Universidad de San Andrés, investigador de la UNMDP y el Conicet, que reconstruye esa época de fervor inmobiliario en su libro «Mar del Plata vertical. Piqueta, construcción y progreso», publicado en 2023. Se priorizaba la rentabilidad sobre la estética.
Allí concluye: «Mar del Plata se creó como un negocio inmobiliario. No una sola vez —en su fundación— sino dos veces: a mediados del siglo XX, los edificios en altura transformaron la ciudad tradicional, modificando el paisaje urbano y también la sociología, la economía y la imaginación de la ciudad».
En aquellos años, incluidos parte de los ’70, según un estudio de la revista I+A de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño (FAUD) de la Universidad Nacional de Mar del Plata, se construyeron casi 3 millones de metros cuadrados, marcando un antes y un después en la fisonomía urbana.
Hoy, aunque los tiempos y las razones sean otras -la llegada de nuevos residentes post pandemia, el auge del home office, la multitud de jóvenes que eligen la ciudad y una renovada apuesta a la inversión inmobiliaria en una Mar del Plata productiva-, el cambio está en marcha. No exento de debates, contradicciones y tensiones entre el progreso y la identidad de la ciudad.
La dinámica es la misma, desarrolladores autorizados a construir en predios de antiguas construcciones, un mecanismo que ya operaba en aquellos años, aunque entonces la demolición avanzaba sin criterios de preservación. De hecho el icónico Havanna, que llegó a sus alturas también por excepción al código urbano de entonces, está asentado donde hubo un distinguido chalé pintoresquista: el de Jacinto Peralta Ramos, hijo del fundador de la ciudad. La nueva reconfiguración tiene sus cimientos.
AS