viernes, 7 febrero, 2025
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La fijación anal de Javier Milei: las razones ocultas detrás de la obsesión gay

El que habla no es el Presidente de la Nación. Mejor dicho, no lo es todavía. Es junio del 2018 y, salvo por el pequeño detalle de la banda presidencial, el Javier Milei que monopoliza la atención en el programa de Andy Kusnetzoff es igual al actual. Tiene el mismo pelo, los mismos gestos, la misma vergorrabia. Y también la misma desfachatez, en este caso para contar que participó en “varios” tríos sexuales.

  • ¿Dos hombres y una mujer?-, le retruca el conductor de “Podemos Hablar (PH)”, mientras todo el resto de los participantes se ríe de la ocurrencia.

Milei, sin embargo, está tan serio como si estuviera analizando el devenir de la compleja economía argentina. Y, con el mismo tono con el que puede hablar del precio del dólar, le contesta en clave matemática.

  • En el 90% de los casos, sí, fueron dos mujeres conmigo.

Esa aparición televisiva no fue una más para Milei. Todo lo contrario. Fue un absoluto parteaguas en su carrera mediática, la antesala de su salto a la política, caminos inseparables entre sí. En esa ocasión el libertario habló no sólo de los tríos en los que decía haber participado, sino también de una de sus pasiones, hasta entonces desconocida: el sexo tántrico, del que decía ser profesor. El clímax de esa noche, al punto tal de que cuando Milei lo empezó a contar Kusnetzoff lo frenó para aguantar el remate hasta los últimos minutos del programa, fue cuando contó el apodo que decía haberse ganado en esas canchas. Su mote de “Vaca mala” fue, literalmente, el primer momento viral de su carrera. A tal punto que, sólo un mes después, llegó por primera vez a la tapa de un medio nacional, en Noticias, bajo el título “la Argentina freak”. Ese 2018 terminaría con él encabezando la lista de economistas con más minutos de aire en la TV.

Pasaron siete años pero el discurso que dio el ahora mandatario argentino en Davos hace parecer que fue más tiempo. Es que la perorata que pronunció sobre como la homosexualidad termina conduciendo a la pedofilia -y que se monta a decenas de declaraciones contra los gays de su círculo y de funcionarios, además de las descalificaciones cotidianas que el libertario suele hacer y que incluyen a un “culo”, que puede ser de un “mandril” pero que siempre está “roto”- está muy alejada de ese personaje de liberal progresista con el que se hizo famoso.

Porque lo importante no es lo que Milei dijo ese día, sino lo que no contó. Si en el 90% de los casos los tríos en los que participaba eran con “dos mujeres”, ¿qué sucedía en el otro 10%? ¿Era él, otro hombre y una mujer? ¿O eran, en verdad, dos hombres y él? Milei, aplicando la lógica que usó en Davos, ¿promovía la pedofilia? ¿O el giro radical en el discurso del libertario está sólo empujado por los aires de la época, que soplan desde el Estados Unidos de Trump? Hay dos cosas en claro: una es que la cruzada antigay del Gobierno ya arrancó y otra es que Milei, con las amistades con las que se rodea hoy, nunca va a contar lo que pasaba 1 de cada 10 veces en su cama.

Cambios

Todos los que conocieron con profundidad a Milei antes de que se metiera en política quedaron anonadados con el discurso en Davos. “Nunca jamás, ni una sola vez, ni en charlas de café, lo escuché decir algo semejante, ni eso ni ningún tipo de comentario homofóbico”, cuenta alguien que tuvo una íntima relación con él durante más de una década. Las palabras de esta persona hacen juego con el personaje que conquistó al público desde las redes y los paneles televisivos.

Aunque hoy parece muy lejano, Milei se mostraba como una renovación del liberalismo y en varios sentidos jugaba a ser alguien progresista dentro de ese mundo. Decía que el matrimonio era una institución arcaica, no se arrugaba la ropa por la orientación sexual de ninguna persona y hasta tenía una especie de fórmula para explicar sus diferencias con “la derecha”. “A alguien de derecha no le molesta con quien comercializás pero si le molesta con quien te metés en la cama. A un liberal libertario no le molesta ninguna de las dos cosas, hace lo que quieras”, solía decir.

De esa línea a asociar a la homosexualidad con la pedofilia, o la obsesión que desarrolló Milei con el “culo” -“les dejamos culo como un mandril”, es una frase que suele repetir, además de memes en los que habla de “mucho sexo gay”- hay un camino larguísimo. Sin embargo, aunque este fue el episodio que más polémica levantó, estuvo lejos de ser el único. Cuando se juntan todas las declaraciones y posturas que han mantenido miembros del oficialismo sobre el tema no se puede pensar que lo que pasó en Davos fue un hecho aislado. Para nada. Diana Mondino comparó a los gays con los piojos, Ricardo Bussi, legislador tucumano, con los “rengos, sordos y ciegos”, Victoria Villarruel y Francisco Sánchez, ex secretario de Culto, se mostraron contra el matrimonio igualitario, Carlos Rodríguez, ex asesor económico, aseguró que le daba “dolor de panza ver a dos hombres besándose”, el ministro Mariano Cuneo Libarona negó cualquier identidad sexual que “no se alinee con la biología”, Francisco Oneto, ex candidato a vicegobernador de Buenos Aires y abogado personal de Milei, dijo que hay que “curarlos”, y “Bertie” Benegas Lynch dijo que atrás de la “marcha gay” hay un “lobby para obtener beneficios” y comparó a la homosexualidad con ser parte del “club del Torino”. El caso de Nicolás Márquez y Agustín Laje es distinto: ellos vienen desde hace años, mucho antes de que existiera La Libertad Avanza, apuntando contra la comunidad homosexual, en libros y en entrevistas. El primero directamente los califica como “sodomitas”, “insanos”, “invertidos” y lo analiza como una “patología”. Estos son solo los casos más conocidos, de miembros de primera línea. Por abajo hay muchos más, como lo que hizo el presidente de La Libertad Avanza en Santa Cruz, Jairo Henoch Guzmán, que subió a sus redes una foto de la bandera del orgullo prendida fuego.

La avanzada contra la comunidad homosexual se inserta, de cualquier manera, en una narrativa más amplía del oficialismo que apunta contra todo lo que consideran la “ideología de género”, donde entran también el progresismo o el feminismo. Y, como suele suceder en la historia, las palabras son la primera avanzada de los hechos, que vienen luego. Es que el Gobierno coquetea con la idea de imponer una batería de medidas en esa línea. En un trabajo que comanda el asesor Santiago Caputo y que lleva adelante la cada vez más influyente secretaria de Planeamiento Estratégico, María Ibarzábal Murphy, creadora material del decreto que restringió el acceso a la información pública, se piensa cambiar la legislación para eliminar el cupo trans, el DNI no binario, y la ley de paridad electoral, entre otras. La idea de eliminar la figura del femicidio, con la que el oficialismo había jugado, parece en stand by.

¿Estrategia

El giro en la narrativa de Milei es tan radical que amerita varias preguntas. ¿Qué es lo que está buscando el Gobierno? Una simple comparación entre el discurso que dio en Davos en el 2024 con este habla a las claras de un cambio profundo. En el primero mencionó seis veces la palabra “libertario”, una vez “feminismo”, dos veces “valores”, y cero veces “civilización”, “wokismo”, “homosexualidad”, “pasado” y “hormonas”. En el último dijo cero veces “libertario”, cuatro “feminismo”, seis “valores”, seis “civilización”, 16 “wokismo”, tres “homosexualidad” y “pasado”, y dos “hormonas”.

¿Qué pasó en tan sólo un año? En la última edición de NOTICIAS se contaba la influencia creciente de Márquez y en especial de su pupilo, Laje, en la cabeza del Presidente. De hecho, en el círculo rojo circuló la versión de que este último, el intelectual más famoso que tiene la nueva derecha de habla hispana, dio una mano para armar el discurso en Davos. José Benegas, que en el 2020 escribió el libro “Lo impensable, el curioso caso de los liberales mutando al fascismo”, viene alertando hace años de que Milei es apenas “la capa de una cebolla” atrás de la cual se oculta el pensamiento de ultraconservadores como Laje y Márquez. La victoria de Trump en Estados Unidos y la cercanía de Milei con Elon Musk  -que pasó de negar que su saludo sea nazi a aparecer en una convención de “Alternativa para Alemania”, espacio neonazi en aquel país que busca ganar las elecciones- termina de completar el panorama del cambio presidencial.

El giro, por lo tanto, no es en el vacío. Milei está importando un discurso, creado en Estados Unidos, pero que recorre el mundo. Rodrigo Nunes, intelectual brasilero, publicó en el 2023 un libro sobre lo que sucedió en aquel país -“Bolsonaro y extrema derecha global”- que se adapta llamativamente bien a lo que está pasando en Argentina. “Su narrativa es la de un conflicto civilizatorio que se acerca rápidamente a su hora decisiva, y en la que el fantasioso heroísmo de un supuesto ‘espíritu de las cruzadas’ se renueva para enfrentar a enemigos tales como inmigrantes, negros y mujeres”, dice, y se podría sumar a esta lista a la comunidad homosexual. “Lo notable es el modo en que transforma las amenazas reales en reflejos de una casa de espejos. El problema con la democracia no es que las elites políticas estén comprometidas con los intereses de las corporaciones y los mercados financieros, sino los privilegios indebidos que reciben las minorías. La racionalidad perversa detrás de estas narrativas irracionales es que estas no dejan de reconocer cuán grave es el estado general de las cosas. Y si la realidad de nuestras condiciones se va volviendo más traumática, ¿no es de esperarse que haya una fuga cada vez mayor hacia lo imaginario?”. Es en esa línea donde un Presidente de la Nación, potenciado además por algo tan imaginario como creer que es el elegido de Dios, puede comparar a la homosexualidad con la pedofilia.

Pasado y futuro. En diciembre de 2014 la revista británica “Closer” llevó en su tapa una foto de Florian Philippot, en aquel momento vicepresidente del Frente Nacional, el espacio de la francesa Marine Le Pen. Lo que mostraba, bajo el título “sí al amor para todos”, no hubiera sido una noticia, mucho menos una internacional, sino hubiera sido por un pequeño detalle: de la mano de Philippot estaba su pareja, un hombre. Sin embargo, el destape involuntario del francés no provocó su expulsión del armado político, lo que constituyó la verdadera novedad detrás de la imagen. En el partido de Le Pen, de los más conservadores de toda Europa -fundado en los setentas por su padre, Jean Marie, autor de frases como “la homosexualidad es una anomalía biológica que puede llevar a la desaparición del mundo”- ser gay ya no era un pecado mortal. Fue una muestra cabal de que la relación entre esta comunidad y los espacios de extrema o nueva derecha se había complejizado, al punto de que el escritor Pablo Stefanoni -que rescata esta anécdota en su libro canónico “¿Por qué la rebeldía se volvió de derecha?- habla de un “homonacionalismo” y de los “gays fachos”.

De hecho, desde que se levantó la polémica el Gobierno intentó retroceder sobre sus pasos, e incluso Milei quiso negar que dijo lo que el mundo vio que dijo. Falta ver, entonces, qué costado de la narrativa de la nueva derecha se termina imponiendo.

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