sábado, 28 diciembre, 2024
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Con «déficit cero», inflación en baja y rebote en la actividad, en 2025 persistirán las dudas en el frente cambiario: elecciones y después

En forma arbitraria y para el ejercicio periodístico que nos convoca, podría decirse que el año económico ha sido singular, totalmente impar. Por supuesto, tanto en materia económica como también social, todo decanta en la necesidad de balance.

En los hechos, si bien la estabilidad en materia macroeconómica le imprime al análisis un caracterización contundente -el Gobierno logró domar la inflación y generar la expectativa de una menor tasa para el año próximo-, son también evidentes los impactos de las políticas adoptadas, por ejemplo, un deterioro de la actividad y del mercado de trabajo, una suba importante de los niveles de pobreza e indigencia, en definitiva, una heterogeneidad que comienza a ser parte de la ecuación. Pero también lo es, en menor medida, una duda creciente en torno a la sostenibilidad del programa económico en términos de competitividad exportadora y nivel de reservas en el Banco Central, los “riesgos” inherentes al enfoque elegido por el Gobierno.

Trazando una diagonal, buscando una evaluación de carácter monetario, fiscal y financiero, podría decirse que el Gobierno logró superar una primera etapa poblada de desafíos. La Casa Rosada se había impuesto la aplicación de un plan de estabilización o ajuste con impacto recesivo como forma para domesticar una inflación rebelde que había adoptado un formato amenazador. Además, debía atravesar un desafío de política macroeconómica, esto es, edificar un programa de emergencia que pudiese administrar la crisis en marcha. Para poner en claro, podría decirse que, en términos fiscales, el Gobierno logró imponer su “déficit cero” como también bajar la inflación y trazar un sendero descendente de precios que desembocaría en torno al 1% mensual en breve.

El impacto en materia de actividad económica estaba servido: la recesión se hizo presente, los guarismos del PBI tocaron un piso a mediados de año, si bien algunos sectores permanecen aún hoy en niveles mínimos para los últimos años. Los datos disponibles a esta hora hablan de una tenue recuperación en el nivel general. La actividad económica creció en octubre 0,2% en relación con septiembre, aunque mostró una caída de 0,3% con respecto al mismo mes de 2023, de acuerdo con un informe de la consultora Orlando J. Ferreres (OJF).

El Índice General de Actividad (IGA) de OJF mostró una contracción de 4,7% en los primeros diez meses de 2024 con respecto al mismo período del año anterior. Una forma de mirarlo es que el resultado de octubre muestra además un crecimiento de 4,1% en comparación con nivel más bajo del año, que se produjo en marzo de este año.

Los interrogantes y los riesgos del plan de estabilización

A pesar de que tanto la baja de la inflación, la virtual unificación de la cotización del dólar, como la política del déficit cero perduran, también persisten las preguntas en torno al frente cambiario y a la cantidad de dólares que debe acumular el Banco Central para poder afrontar el pago de la deuda y las importaciones. En este sentido, coinciden los analistas, el Gobierno podría aprovechar el “veranito financiero” producto del blanqueo de capitales para retomar un conjunto de decisiones que permita al Banco Central una nueva ola de compras legítimas de divisas.

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El Gobierno podría aprovechar el “veranito financiero” producto del blanqueo de capitales para retomar un conjunto de decisiones que permita al Banco Central una nueva ola de compras legítimas de divisas.

En los hechos, habrá que recordar que la entidad que dirige Santiago Bausili aún cuenta con reservas negativas, lo que dispara no pocas especulaciones. El Banco Central logró sumar en el transcurso de noviembre un saldo positivo de u$s1.437 millones por la intervención cambiaria, un resultado muy favorable dada la estacionalidad del comercio exterior en el tramo final del año. Las reservas internacionales brutas cerraron noviembre en los u$s30.212 millones.

Una mirada en el año refleja que desde que Javier Milei asumió la Presidencia, las compras netas del BCRA ascendieron a u$s20.605 millones, mientras que las reservas brutas marcaron en el mismo plazo un ascenso de u$s9.004 millones o un 42,5%, desde los USD 21.208 millones del 7 de diciembre de 2023. Este buen momento contrasta en gran medida con los “pendientes”. Para comprender la composición de lugar, huelga recordar dos trayectos del 2024 en particular. Por un lado, desde mediados de año hasta septiembre, el Gobierno no pudo comprar dólares lo que implicó una baja en los niveles de reservas del BCRA que debió así pagar deuda con parte del inexistente colchón.

Por otro, llegado octubre y noviembre, el “momentum” cambió auspiciado por el fuerte ingreso de dólares producto del blanqueo, los u$s20.000 millones ingresados en el sistema. Esto generó una baja adicional del riesgo país y un acortamiento de la brecha cambiaria pero, sobre todo, el Banco Central pudo volver a comprar dólares.

El saldo comercial, la energía y los viajes al exterior

Con todo, ¿cuáles son los desafíos que se inscriben en el sendero que debe recorrer el Gobierno? La respuesta pareciera pertenecer a los elementos antes señalados. La falta de competitividad de un dólar “barato” incrementado por una baja del impuesto PAIS podría generar un salto importador. A ello habrá que sumarle una suba en la demanda de dólares para viajes al exterior y gastos con tarjeta.

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La falta de competitividad de un dólar “barato” incrementado por una baja del impuesto PAIS podría generar un salto importador.

¿Qué ocurrirá con las ventas por el 20% de los exportadores en el dólar financiero? ¿Qué tipo de previsión habrá que tener en cuenta para afrontar los pagos de la deuda en dólares en 2025? ¿Qué rol jugará el FMI y la virtual renegociación del acuerdo con el país? Es dable pensar que, de confirmarse el vaticinio de un fuerte rebote en la actividad, y agregarle una apertura importadora con un tipo de cambio real “bajo”, la demanda de dólares crecerá.

Las estimaciones ya hablan de un monto de importaciones en 2025 que superaría los u$s70.000 millones. Esto sería compensado por la mayor producción y exportación de Vaca Muerta. En los hechos, la heterogeneidad del plan comenzará a vislumbrarse en forma acabada, ganadores y perdedores, y un probable superávit que se respaldará en el agro, la energía y la agroindustria y que terminará financiando el déficit industrial y una mayor demanda neta de dólares para viajes al exterior.

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