jueves, 19 septiembre, 2024
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Demoliciones Bullrich, la nueva arma de Milei

El cambio de estatus y de dinámica en el proyecto de construcción política del Gobierno comenzó hace casi un mes, pero se consolidó en las últimas semanas. El primer paso fue la creación de una mesa que interactúa con el triángulo de hierro del poder. El segundo, el rol protagónico que empezó a desempeñar, como ariete hacia afuera, una de las integrantes de ese espacio.

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se ha convertido así en el arma con la que Javier Milei apunta a horadar lo que queda de Juntos por el Cambio.

“Demoliciones Patricia”, la empresa con la que el oficialismo empezó a fisurar a Pro desde antes de que empezara el nuevo gobierno, ahora está abocada a agrandar las grietas internas y cooptar dirigentes de la UCR, sin soltar la presa del macrismo. El objetivo es construir los cimientos del neomileísmo. La soñada etapa superior de La Libertad Avanza. Si la realidad se lo permite.

Lo que comenzó como una táctica defensiva empieza a vislumbrarse ahora como un posible proyecto expansivo producto del estado de reconfiguración en el que se encuentra el mapa político nacional después del triunfo de Milei. Acelerado por el apoyo social transversal que ha mantenido hasta acá el Presidente, a pesar de la dureza del “mayor ajuste de la historia”.

A eso se sumó el novedoso esquema de vetos cruzados en el que comenzó a desenvolverse el actual proceso político y resultó el nuevo disparador de este reordenamiento en curso.

Que el Congreso haya rechazado un DNU por primera vez en 29 años y que el Poder Ejecutivo se vea compelido a recurrir al veto, en forma reiterada, para frenar leyes sancionadas con amplias mayorías en el Parlamento, por considerarlas atentatorias contra el corazón del proyecto oficial, asoma como una anomalía o síntoma de la dificultad estructural que enfrenta el oficialismo.

Milei y su mesa política se proponeb destrabar en su favor ese empate funcional con el avance sobre dirigentes de radicales, macristas y, también, del peronismo no kirchnerista.

Con su dureza irreductible en la gestión y con operaciones de guerrilla sobre esos debilitados espacios políticos en los que desde su campaña presidencial ya había sentado bases, Bullrich se está ganando un lugar de privilegio en la mesa del poder.

Influye, además, su condición de sostén clave de la inflexibilidad de Milei en todas las materias. Incluido el avance sobre la Corte Suprema de Justicia. De allí el sorpresivo y reciente apoyo de la ministra de Seguridad en la candidatura del hipercuestionado juez Ariel Lijo para integrar el cuerpo, aún con datos que la realidad y la historia relativizan o desmienten.

Sin embargo, como otras veces en su ya larga historia de irreductibilidad (y fidelidades sucesivas), abre algunos interrogantes y suma adversarios. Como el Gobierno.

La construcción del neomileísmo pone en un lugar más que complicado a Mauricio Macri y a Pro, a los que en la Casa Rosada ya no ven como socios preferenciales. Ahora solo son visualizados como una parte de una conformación más amplia. La consecuencia inevitable (y deseada) de esa construcción es la licuación del capital que le queda al expresidente y a la fuerza que él creó.

Por eso, la discusión del presupuesto será una prueba de fuego para esta táctica. Acorralar a la presa puede ser peligroso, más si se pretende adelantar los tiempos o saltear etapas.

El objetivo final de la batalla que emprende el mileísmo (envalentonado aún más por la conocida temeridad bullrichista) es la configuración de un nuevo espacio oficialista ampliado para las próximas elecciones.

En el corto y el mediano plazo la mesa política oficialista apunta, con urgencia, a dotar de mayor volumen al escuálido poder que el Gobierno tiene en el Congreso, donde está representado por una Armada Brancaleone sin experiencia ni afecto societario, solo unida por el culto a la personalidad de Milei. En este escenario complejo, la táctica y la estrategia pueden entrar en colisión.

“La sociedad de la milanesa no existe más. Macri se equivoca cuando pretende discutir en pie de igualdad con Milei. Mauricio ya no conserva el poder que cree tener y en el Gobierno lo sabemos todos. No son el último vaso de agua en el desierto. Cada vez más legisladores y diputados de distintos espacios, incluidos peronistas, radicales y provinciales, están dispuestos a apoyar la gestión presidencial”, dicen en la mesa política oficialista, entusiasmados con la prédica de Bullrich.

La crisis de liderazgo y representación que atraviesa al arco político no oficialista, afincado en los fracasos de los gobiernos precedentes y la distancia con las demandas de una parte sustantiva del electorado, es el sustrato sobre el que operó y sigue ilusionando al flamante mileísmo político.

Sin embargo, la crítica situación por la que atraviesa la dirigencia opositora no impide que en las encuestas y, sobre todo, en los sondeos cualitativos, cobren cada vez más relevancia expresiones de fatiga social. El vacío en política siempre tiende a llenarse.

Si se consolidara el incipiente cambio de clima que están advirtiendo la mayoría de los consultores más respetados, algunos políticos podrían ahora estar apurándose demasiado por integrar un espacio al que estarían llegando tarde. Todo depende de la economía y, como nadie puede despejar esa variable, el estado de confusión es amplio y, por ahora, beneficia al Gobierno

Mientras tanto, la forma en que se construyó el tercio de diputados que impidió la caída del veto a la ley de aumento de las jubilaciones entusiasma al Presidente y lo llevó a descubrir aristas de la política más placenteras de las que imaginaba (y denostaba).

Las fotos con legisladores que le ofrendaron en la Casa Rosada el cambio de su voto respecto de la actualización de las jubilaciones a cambio de promesas de un futuro político mejor para ellos (en el más noble de los casos) fue la primera exteriorización del cambio que empezó a operar en Milei.

El asado ofrecido a los “héroes” que apoyaron su veto al aumento de los haberes jubilatorios terminó por coronarlo. No obstante, el Presidente les hizo pagar la cena a precio de parrilla palermitana. Nada nuevo. En la Argentina abundan los casos de mezquindad para con los héroes.

El nuevo placer de Milei

Javier está descubriendo el gusto de vincularse no sólo con sus seguidores, sino de interactuar con dirigentes políticos que se acercan, aunque no sean libertarios. Por eso, en el asado de Olivos se quedó hasta el final, lo que hasta hace poco era impensable”, revela uno de los integrantes del acotado entorno presidencial. La economía estaría empezando a no ser todo para el primer presidente economista.

En esa nueva realidad recuperó protagonismo el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, después de sus diferencias (no saldadas) con el gurú Santiago Caputo. También sigue ganando influencia, aunque no integra formalmente la mesa política de los martes, el presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, José Luis Espert.

Como una señal de la nueva etapa de revalorización de la construcción política, Francos y Espert, con sus respectivas esposas, fueron invitados por Milei a comer a Olivos después de la presentación del presupuesto en el Congreso. A ellos no les cobró el cubierto como a “los héroes”, aunque el menú fue bastante más amplio, ya que pudieron optar entre risotto, carne vacuna y pechuga de pollo con ensaladas de plato principal, y entre flan, ensalada de frutas y mousse de chocolate, para el postre

Tal vez fue un pago adelantado por el arduo trabajo que les espera al jefe de Gabinete y al diputado, junto al equipo económico, a la hora reunir los votos en el Congreso para que se sancione el presupuesto del déficit cero.

No solo la avanzada de “Demoliciones Patricia” puso en alerta a algunos aliados clave. El proyecto dejó dudas, aún no despejadas, en la primera plana del macrismo legislativo. Tanto que una de las principales figuras del bloque de diputados llegó a hacerle una pregunta incómoda, pero inevitable, a Milei.

“¿Vos querés que esto se apruebe o presentaste estos números para que te los rechacen, quedarte con el rédito de que se oponen los degenerados fiscales y gobernar con el presupuesto 2022 para disponer discrecionalmente de la asignación de partidas?”, lo interrogó un diputado que construyó un vínculo de confianza con el Presidente. Es lo mismo que se preguntan muchos otros actores políticos y económicos.

La respuesta presidencial no despejó las dudas del curtido legislador. “Por supuesto que quiero que se apruebe”, lo cortó Milei, sin que el diputado pudiera repreguntarle si el Gobierno esperaba que el proyecto se aprobara a libro cerrado o si había espacio para la negociación (como ya admitió Espert) y hasta qué límites.

Ahí vuelven a cruzarse tanto las elucubraciones políticas como algunos detalles técnicos del proyecto de “ley de leyes” elevado por el Poder Ejecutivo. Las acotadas partidas para educación y las amplios recursos destinados al aparato de inteligencia no son motivo excluyente de cuestionamientos.

Aún entre los legisladores de Pro que hasta acá han sido cruciales para el Gobierno llamaron la atención algunos enunciados que parecen más signados por la construcción de la narrativa política que por el rigor económico y financiero.

En ese punto, macristas, peronistas no kirchneristas y radicales subrayaron con ironía que en el final del texto de la iniciativa se admita que el superávit fiscal se alcanzará “si se descartan las transferencias que la administración nacional hace a las empresas públicas y otros entes”. Además, se reconoce que si se proyectan esas erogaciones “el resultado financiero previsto para el año 2025 alcanza un déficit de $2.326.807 millones”. El déficit cero es una consigna a militar. Y una realidad nada sencilla de alcanzar, dicen los opositores que miran con suspicacia tales aclaraciones.

Aunque se pudiera avanzar en la privatización de las empresas públicas que se propone el Gobierno su concreción no sería inmediata, así como la eliminación del gasto que estas y “otros entes” generan.

En este contexto debe incluirse, y no solo en el de la disputa política con el sindicalismo, el conflicto de Aerolíneas Argentinas, que según altas fuentes del Gobierno es uno de los principales desafíos que se evalúan en la mesa política.

En la escalada de esa disputa también se proyecta la sombra de Bullrich. La identificación del sindicalismo peronista como uno de los grandes obstáculos para un cambio radical del país es una antigua convicción (u obsesión) de la ministra de Seguridad. Más si enfrente tiene al clan Moyano, que ya se sumó a la vanguardia de la batalla de los gremios aeronáuticos.

En esa batalla Bullrich acumuló demasiadas derrotas en los dos gobiernos previos que integró, así como cuando militaba en la Juventud Peronista y, con Montoneros, combatía a la “burocracia sindical”. Se ilusiona con que esta vez sea la vencedora, de la mano de la determinación de Milei, cualidad que no encontró en los dos presidentes (Fernando de la Rúa y Macri) a los que sirvió anteriormente. Otra coincidencia que hermana a Presidente y ministra.

Por todo eso, la nueva herramienta que Milei acaba de sumar en un lugar preferente en el operativo derribo de adversarios para construir el edificio del neomileísmo se llama “Demoliciones Patricia”.

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