Que Colombia haya marcado cinco de sus 12 goles de cabeza y seis mediante jugadas de pelota quieta (tres de ellos de penal), revela a un equipo con gran poder aéreo y notable capacidad para sacar provecho de córners y tiros libres.
Pero no son estas las únicas virtudes del rival de la Argentina en la gran final de la Copa América del domingo en Miami. La selección que dirige Néstor Lorenzo y que lleva un extenso invicto de 28 partidos (25 bajo la conducción del técnico argentino), también sabe mucho con el balón en movimiento. Y demostró en el segundo tiempo contra Uruguay, que no le tiembla el pulso si le llega la hora de sufrir y programarse en modo aguante.
Argentina habrá de enfrentar acaso al rival mas complicado que podía tocarle en una definición. Pero tampoco es imbatible. Colombia llega agrandada y ha tenido mejores pasajes de fútbol. Pero el domingo enfrentará a los actuales campeones de América y del Mundo, a Lionel Messi, a su mística ganadora y a una camiseta celeste y blanca cargada de gloria, que jugará la cuarta final del ciclo de Lionel Scaloni habiendo vencido en las tres anteriores. No es poco y puede ser mucho.
Colombia dará una ventaja indescontable: no tendrá a Daniel Muñoz en el lateral derecho. El defensor fue expulsado por aplicarle un codazo al uruguayo Ugarte, luego de haber marcado dos goles en la Copa y haberse demostrado como el mejor en su puesto. Cubrió todo el costado con marca, salida y llegada y su reemplazante, Santiago Arias no está en ese registro.
Si hubiera jugado Muñoz, tal vez Nicolás González habría vuelto al equipo para correrlo como lo corrió al ecuatoriano Preciado. Como Arias es más convencional, acaso Angel Di María pueda jugar desde el arranque, su último partido en la Selección. Lo decidirá Scaloni.
Al cabo de los cinco partidos que ha disputado hasta aquí, Colombia promedia un 54 por ciento de posesión de pelota, con la novedad de que ante Uruguay solo llegó al 39 por ciento, producto de su repliegue y resistencia en la segunda etapa.
En trámite normal, nunca bajó del 50 por ciento a partir de una salida clara por los costados a través de Muñoz y Mojica, y del buen pie y la dinámica de Richard Ríos y Jhon Arias por las bandas, y de Jefferson Lerma en el eje de la cancha. Pero la clave está en el delicado botín zurdo de James Rodríguez que pone la pelota donde él pretende.
A los 35 años, y diez años después de haber conducido a los colombianos hasta los cuartos de final del Mundial de Brasil, el enganche que despuntó en aquel Banfield campeón de 2009 que armó Julio Falcioni, vive una segunda juventud futbolística luego de que Dorival Junior, el técnico de la Selección brasileña, lo ninguneara y lo postergara en San Pablo. James asistió en la mitad de los goles colombianos.
Y esto también explica por qué cada córner o tiro libre desde los costados representa una jugada de riesgo: la pelota cae en el área rival como puesta con la mano por James.
Si a eso se le suma jugadores corpulentos que además saben saltar, porque los dos goles contra Paraguay (Muñoz y Lerma), uno ante Costa Rica y otra ante Panamá (los dos de Jhon Jairo Córdoba), y el de Lerma frente a Uruguay llegaron a partir de la rampa de lanzamiento que James mantiene en su pie izquierdo. A lo que se le debe sumar, el delicioso pase que le puso a Luis Díaz en el tercer tanto ante los panameños.
Davinson Sánchez y Carlos Cuesta forman una pareja de centrales fuerte y expeditiva, pero que también sabe sacar la pelota redonda desde el fondo. Y si otra vez hubiera que arremangarse para defender como lo hizo ante los uruguayos, Lorenzo tiene a su lado en el banco a una torre de 1.93 m de estatura como Yerry Mina para rechazar todo lo que caiga.
Colombia trae individualidades, funcionamiento, buen pie, poder aéreo y hasta una fortaleza anímica que no siempre figuró entre sus atributos. Todo eso al máximo, y acaso mucho más deberá volcar sobre la cancha si el domingo pretende vencer a Messi y los campeones del mundo, y alzar la segunda Copa América de su historia.