jueves, 14 noviembre, 2024
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El sueño de una madre y una hija

Esos espejos, esas similitudes entre la realidad y la ficción, fue una de las cosas que más me atraparon de la película” dice Ana Pauls, y su madre, Mirta Busnelli, asiente. Ambas son las protagonistas de La estrella que perdí, la ópera prima en el cine de Luz Orlando Bre-nnan, un film que aprovecha la realidad de ese nexo, y la muta a partir de un prisma sensible, de un melodrama con modos épicos aunque pequeños, donde ambas actrices son madre e hija, y donde la vida en nuestra ficción de Busnelli tiene un peso, puntual y meta. La estrella que perdí parece una película diseñada genéticamente para ambas actrices. La misma Pauls dice: “Me sentí identificada tanto con el vínculo madre e hija, si bien nosotras no vivimos esta historia, tuvimos otros conflictos madre e hija, otro vínculo. Pero hay cosas de ese vínculo que son universales, y que hasta son universales de los vínculos, en general. Entonces jugar con eso, primero, es algo que a mí siempre me interesa, jugar con la realidad-ficción. Con este guión de Luz Orlando Bre-nnan, que fue maravilloso, fue un privilegio. Interpretar este papel y poder trabajar con mi mamá, siempre fue un sueño, sobre todo en una película donde el vínculo madre e hija está en primer plano, donde ambas somos protagonistas”. Se suma Mirta Busnelli: “Fue muy bueno. Esa cosa de que somos madre e hija, y en la ficción también, y hay coincidencias en la película sobre la actriz en la vida real y todo eso, se fue deslizando de una manera que no me trajo conflicto. Podía suponer que sí, pero fue como andar en patines. Fue algo que se deslizó muy felizmente. No solo por la felicidad que me trajo, sino porque afortunadamente fue bien, fue fácil”. 

—Hablan de sueño, ¿siempre quisieron trabajar juntas?

ANA PAULS: Yo también siempre tuve el deseo de trabajar con mi mamá. Me hubiese encantado, como Celeste en la película, escribir alguna vez una obra, una película, algo donde podamos trabajar juntas. Lamentablemente no me salió, pero gracias a Dios vino Luz Orlando Brennan, la directora y guionista, con este regalo. Me cumplió el sueño de trabajar juntas.

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MIRTA BUSNELLI: Yo podría decir que no tenía ese sueño, pero que debería haber soñado eso. 

P.: No sé si tengo una ballena blanca, pero me doy cuenta que trabajar con mi mamá fue algo que siempre quise. Sobre todo en algo que sea profundo, que jugara con la realidad y la ficción, que se metiera bien, era un sueño. Esta era una ballena blanca. 

B.: Sí, un poco lo que le pasa a ella. Después de hacerla me di cuenta que era mi ballena blanca. 

—¿Cómo fue cuando se encontraron para su primera escena juntas en la película?

B.: Yo estaba muy cansada ese día, el día de la primera escena. Me pasaron varias cosas: estaba preocupada por cómo transmitir el estado del personaje, estaba medio a tientas tratando de dar este momento, entender en qué momento del arco narrativo estaba. Pero cuando la vi a Ana cantando, en la primera escena que filmamos, me encantó, me encantó ver eso, esa muchacha tan linda, relajada, no intentando cantar bien (a lo mejor se mató, pero de afuera no parecía). Tuve un placer muy grande con la belleza de su rostro, y de su voz. 

P.: Esa fue la primera escena que compartimos, era mi primera escena de la película. Estaba nerviosa: tenía que cantar y tocar la guitarra, y no tenía tanta interacción con Mirta. La primera escena “real” de rodaje, es la que llega tarde a la escena que tenemos programada. Ahí era donde empezaba el rodaje en serio, con la locación que íbamos a usar, con escenas muy serias, muy cargadas. Nosotras habíamos hecho un gran trabajo de ensayo previo, que nos permitió pulir y profundizar aspectos, que nos permitió llegar al rodaje. Fue buenísimo que Luz nos ayudara con eso. Cuando empezás el rodaje, que implica nervio, intentar hacer las cosas bien. Por eso los ensayos ayudaron para que todo funcione. 

—Si bien la directora viene del universo del cine, esta es su ópera prima: ¿por qué se animaron a dar ese salto junto a ella?

P.: Trabajar con Luz no fue una sorpresa. Nos conocimos porque estábamos trabajando juntas en un proyecto de una serie. Yo ya la admiraba, como guionista, como directora. Había hablado mucho, la había visto hacer. Yo ya sabía que quería trabajar con ella, nunca me puse a pensar que era su ópera prima. Cuando leí el guión, representaba mucho un sueño de poder trabajar con mi mamá. Si bien ahora nos llevamos relativamente mejor, como todo vínculo madre e hija, hubo momentos de tensión, de pelea, turbulentos. Entonces, si bien ya los pasamos, nunca se sabe. Podemos contarlos ahora, sin sentirnos expuestas, vulnerables. Luz pudo narrar algo universal del vínculo madre e hija. Me sentí identificada, como mucha gente lo hizo. Luz contó algo que para nosotras es un honor. 

B.: Yo había visto un corto de Luz que me encantó, lo vi a partir de que ella habló conmigo. Para mí el encuentro fue hermoso: empezamos a hablar de las cosas de la vida, de hijos, de padres, de cine. Sentí un lindo encuentro, una afinidad. Eso me gustó. Que fuera una ópera prima, no me importaba mucho, aunque me importaba. Pero ya en el corto veía la sensibilidad, el sentido estético. ¿Qué me venía a ofrecer? Un protagónico donde hacía de una actriz, de mi edad, con conflictos con su hija, actuando con mi hija de verdad. Bingo. A medida que seguimos encontrándonos, ya me gustaba ella, me caía bien, podía hablar con ella de los que había hecho. Todo fue in crescendo y me dio muchas ganas de hacer la película.

—¿Cómo viven la situación actual del cine argentino?

P.: La situación del cine y la educación es desfavorable. A la vez, me siento muy afortunada de poder estrenar esta película, que fue hecha gracias al apoyo del Incaa, a que Luz pudo acceder a la educación pública del Enerc, y eso posibilita la posibilidad de arte, de educación, de cine, desde muchas miradas, permite que todos puedan tener su voz en el arte. Agradecida de poder hacer una película que sin educación pública y que sin el Incaa, no podría haber sido hecha. Por eso agradezco que exista un Instituto de Cine, una educación pública, para que todos puedan hacer diferentes películas, y no solo los que cuentan con capital.

B.: Si hoy nos llamara Luz para hacer una película, no sabríamos por dónde se empieza: el Incaa está cerrado, echaron a doscientas personas, sacaron el Departamento de Fomento, no sé cómo sigue el Enerc. Pero también tenemos una película que se hizo con el Incaa funcionando, y estamos contentísimas. Encima, la película parece que gusta, y eso hace que nos guste más. 

—Ana, ¿cómo vivís tu legado familiar y tu vínculo con el arte?

P.: El arte para mí es algo que mamé, y es una forma de vida, es una profesión válida. El cine es algo muy admirado y valorado por mi familia. Mi papá en su última etapa de vida, cuando era mi padre, se volvió productor de cine principalmente. El cine siempre fue un valor, algo muy admirado y respetado. Amo el cine argentino, lo respeto muchísimo. Es hermoso que en la película se hace referencia al cine argentino y a la historia de mi mamá como actriz. Es algo que me enorgullece muchísimo, y ahora que no vivo acá, lo valoró muchísimo más, y lo extraño. Sé que a mi papá le hubiera encantado vernos. Haber nacido en esta familia y poder trabajar de eso para mí es un honor. 

—Mirta, ¿qué querés contar en este momento de tu vida?

B.: Me mueve el seguir indagando, tanto en mí como en el ser humano en general. ¿Qué es la vida? ¿Cómo podemos contarlo de una forma que pueda ser reveladora? Uno siempre está buscando conocer algo más de estar en el mundo.

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