Los comerciantes aseguran que tienen complicaciones para abastecerse. Y que los únicos que compran son los turistas.
El efecto post PASO impacta en todos los rubros de la economía y logró ponerle un freno a uno de los lugares que en los últimos tiempos se convirtió en refugio de la clase media para las compras de indumentaria: la Avenida Avellaneda.
A simple vista se nota cómo afectó la crisis a esta zona. Un día de semana a media mañana, suele circular mucha gente, no sólo los comerciantes minoristas que se abastecen de stock para sus propios locales sino público en general que compra todo tipo de artículos a precios más accesibles. Sin embargo, durante la recorrida que realizó Clarín, era llamativa la escasa concurrencia de compradores. A diferencia de lo que ocurrida antes, las veredas estaban casi vacías al igual que los comercios.
La devaluación oficial del dólar y el nuevo salto en el tipo de cambio afectó directamente a los locales mayoristas y minoristas, en los precios y en el stockeo de sus productos. Y, como consecuencia, en la demanda.
«A esta hora es un hormiguero de gente. Y no hay nadie. Mirá, estamos nosotros solos», comentó Carina que tiene una tienda mayorista dentro de un galería ubicada sobre Avellaneda. «Esto uno de los efectos que vinieron luego de las elecciones. Además de que también se notó mucho el cambio del valor dólar. Yo estoy acostumbrada porque llevó haciendo esto hace muchos años. Por eso me stockeo. Me guardé mercadería para el año que viene. Pero la mayoría vive al día. Venden lo que tienen«, señaló.
Rosa es dueña del local de al lado. También es mayorista y asegura que ya no saben qué precio manejar: «Algunos nos dicen que subamos el 15 o el 20 por ciento. Pero la verdad es que nadie lo sabe. Además no podemos aumentar mucho porque sino nadie nos compra». Y aclaró que los salvan los turistas. «Esto sigue abierto gracias a los uruguayos y paraguayos que vienen comprar. Si no fuera por ellos, estarían todos los locales cerrados. Para ellos comprarnos a nosotros es muy barato. Algunos directamente compran con dólares y nosotros le hacemos el tipo de cambio acá», cuenta.
Silvia vende ropa de mujer y describe los problemas que se encontraron el día después de las elecciones. «A las ocho de la mañana del lunes, los vendedores que nos proveen de telas, cierres, botones, tachas, todo lo que es la materia prima para después usamos para producir lo que vendemos, nos dijeron que no van a poder vendernos porque no sabían a qué precio hacerlo«.
Previsora, dos semanas antes de las elecciones ella había señado todo el material que necesitaba para producir su mercadería. Pero no alcanzó: «Me dijeron que me devolvían el dinero o tenían que cobrarme 500 pesos más el metro de tela. Preciso muchos rollos de tela para mis productos. Si aceptaba tenía que trasladar a los precios todo el gasto y eso hoy no lo puedo hacer porque si lo hago, no vendo».
También explicó cómo es el circuito de producción de la ropa que vende. «No es sólo comprar la tela. Es pagarle al costurero, al modista, el que corta la prenda, el flete, los accesorios y después recién lo pongo a la venta. Si sumo todos gastos, el precio sube mucho y eso tampoco me conviene: no puedo aumentar mucho los valores de mis productos porque no tenemos muchas ventas», insistió.
Por otro lado está Araceli, que es minorista y vende lencería. Afirma que los proveedores no le venden más. «Hago pedidos pero me contestan que esta semana no venden y que tengo que esperar hasta la semana que viene», dice. Ella también ya tenía hecho sus pedidos, pero también el lunes los proveedores le cambiaron el precio: ya no pudo cumplir con el pago y no se pudo stockear. «Estoy vendiendo lo que tengo. Estamos al día. Tenemos que esperar hasta la semana próxima si podemos empezar a comparar. No sé cómo va seguir esto. Estoy preocupada«, se lamenta.
Javier también es minorista. Vende ropa para chicos en un galería sobre la avenida Nazca. «No me quieren vender tela por el tema del precio. Ahora estoy con lo que tengo acá en el local. Estoy vendiendo todo lo que puedo. Me dijeron que tengo que esperar una semana. Trato de no hacerme mucho la cabeza. Estamos acostumbrado. Espero que esto mejore la semana que viene«, se esperanza.
A Jaime, que también es comerciante, le pasa lo mismo. Asegura que vive al día. «Estamos ahí. Esperando que mejore. Todo lo que tenemos lo tratamos de vender. Los precios lo tuvimos que subir un poco pero no mucho porque sino nadie compra. Por ahora nos mantenemos gracias a los turistas. Si no fuera por ellos, todos estaríamos en la calle«.
AS