La aparición del falso abogado no invalidó el valor de los documentos y testimonios acumulados en el caso
Hace 85 años se empezó a escribir la crónica de la Argentina de estos días. “Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseaos”, dice el tango “Cambalache”, la máxima creación de Enrique Santos Discépolo. Es, quizás, uno de los textos más acertados para describir la
política
, la
Justicia
, el periodismo y la opinión pública actuales.
Cuando falta poco para que cumpla siete meses desde que se conoció, la
causa de los cuadernos
es apuntada por sectores involucrados en la investigación judicial sobre corrupción más importante de los últimos años. Para eso, vale todo. Desde el uso de un supuesto espía que no pudo siquiera probar que es abogado hasta la acusación a un periodista por ejercer su oficio.
Dolores,
Comodoro Py
, jueces, fiscales y abogados defensores quedaron inmersos en un enorme sistema de acusaciones mutuas que hacen difícil seguir el hilo de semejante trama. Las esquirlas que se desparramaron tras la denuncia de Pedro Etchebest sobre supuesta extorsión regaron el arco político y judicial.
Pero más allá de los estallidos de artificio, los cuadernos mantienen su camino y ninguna de las pruebas recolectadas es motivo de cuestionamientos judiciales serios.
Cada dardo que se lanza contra la investigación tiene como telón de fondo una campaña política en la que subyace una hipótesis: la Casa Rosada o, en su caso, Ezeiza o Marcos Paz. No hay posibilidad de frenar la inercia de una causa que acumuló centenares de pruebas y confesiones.
Cristina Kirchner
es la principal candidata de la oposición. El problema es que la senadora debería estar detenida si no fuese por sus fueros. Dos resoluciones judiciales confirmaron su prisión preventiva. El pedido de desafuero podría ingresar cualquier día al Senado. No hay estrategias de defensas en ese sector, más bien las hay de salvación y todas tienen que ver con la política más que con el derecho.
Las pasiones se encienden ante la posibilidad de la candidata acusada en medio de la campaña. Se podría decir que hay otras causas que la llevarán al banquillo antes y preguntarse por qué los dardos más fuertes no apuntan a ellas. Sucede que los folios del expediente de los cuadernos están llenos de confesiones que involucran a cada vez más funcionarios kirchneristas. Y como si fuera poco, la declaración del contador de la exfamilia presidencial, Víctor Manzanares, aún es motivo de estudio para ver si se incorpora al expediente como arrepentido o no.
El juez no está convencido de aceptar este testimonio. Hay partes que no le cierran y quiere saber el motivo por el que aparecen personas del entorno de la expresidenta cerca de los inmuebles que se encontraron en Estados Unidos. Se pregunta si solo es un llamado de la viuda del exsecretario Daniel Muñoz o es un interés patrimonial. Estudia y espera.
Las consecuencias desatados por Marcelo D’Alessio y el juez de Dolores Alejo Ramos Padilla no afectaron a la causa de los cuadernos. La prueba está firme. Solo un ejemplo. Cada vez que el chofer Oscar Centeno anotaba un viaje ponía la hora y los personajes que lo acompañaban en el auto. La Justicia pidió los registros de llamadas entrantes y salientes de los teléfonos de cada uno de esos funcionarios transportados. Las coincidencias abruman. En cada momento de recolección se verificó que alguno de los teléfonos investigados se posteaba en las celdas de los celulares de la zona apuntada por el remisero.
A esas pruebas que se suman las confesiones de empresarios o exfuncionarios que pagaron centenares de miles de dólares para tener las mejores defensas que se puedan contratar. No existe ese imaginario de que un fiscal o un juez se aprovechó de un indefenso para sacarle una confesión. Se trató de negociaciones pactadas con los prestigiosos abogados y que, generalmente, obedecen a los pedidos de sus clientes. No es una trama de indefensos sino más bien lo contrario. Son empresarios poderosos asesorados por caros letrados.
El falso abogado D’Alessio se hizo de unos dólares cuando extorsionó a Pedro Etchebest. Pidió dinero en nombre de Carlos Stornelli. Pero no hubo ninguna mención a esta persona en la causa. Una vez, Juan Manuel Campillo, un exministro de Hacienda de Santa Cruz que declaró como arrepentido, nombró a la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca), el organismo que condujo durante épocas de Cristina Kirchner como presidenta. Bonadio le pidió que relatara su pasado laboral. Entre otros trabajos, mencionó el organismo.
D’Alessio había dicho que cuando Campillo habló frente a Stornelli de ese organismo mencionó a Etchebest y que sólo con un pago de US$300.000 se podía evitar la mención. Eran mentiras, al igual que la fábula respecto del falsificador peruano que había robado los billetes que se le secuestraron a José López en el convento.
Con la mentira como método se inició una causa en Dolores. Ramos Padilla se la quedó pese a que el fiscal le dijo que debía remitirla por incompetencia a Buenos Aires, lugar donde, en caso de que sean ciertos, se sucedieron los hechos.
No solo eso, ese caso que se inició por una supuesta extorsión terminó en una acusación por otros delitos como espionaje o inteligencia paralela. También el Ministerio Público le dijo que era todo nulo por no tener una requisitoria fiscal para acusar otros delitos. Pero el expediente siguió.
Ramos Padilla mandará esta semana copias de sus acusaciones a la Comisión de la Memoria bonaerense. Considera que debe entender por tratarse de un caso de espionaje del que serían parte Stornelli y el periodista Daniel Santoro, de
Clarín, entre otros. El tour del juez se completará con una invitación a exponer el caso en el Congreso invitado por el kirchnerismo.
El paquete que viene de Dolores tiene impacto en la política partidaria pero no toca la causa de los cuadernos. Mientras el juez exponga en una reunión de legisladores, en Comodoro Py declarará la cúpula de Vialidad Nacional que fue detenida ayer.
El juez escuchó a decenas de empresarios que le relataron el sistema de coimas que dependía de los constructores. Ahora les tocó el turno a los responsables del organismo. Difícil explicar que no se enteraron.
Mientras esto sucede, el periodismo de investigación empieza a quedar amenazado. En la cabeza de los funcionarios judiciales está la hipótesis de que Santoro fue parte de esta maniobra extorsiva. El premiado periodista reconoció varias veces que D’Alessio lo agarró con la guardia baja y que le dio entrada como fuente a un personaje al que nunca debió atender. Pero esa imprudencia nada tiene que ver con un delito. Las investigaciones periodísticas se nutren de fuentes con motivaciones variadas. Traicionados, cómplices y hasta desamorados suelen ser parte de esa fauna. No hay delito cuando un periodista se reúne o escucha a una persona. Habrá responsabilidades, en su caso, si publica una información falsa. Pero como escribió Discépolo en 1934: “Cualquiera es un señor; cualquiera es un ladrón”.